lunes, 19 de octubre de 2009

La Fraga del Eume

Cuentan que las Fragas del Eume es uno de los bosques atlánticos de Europa, lo dudo bastante...
los he visto mejores, mejor conservados y no tan agredidos por el hombre, solo hay que viajar por Normandía, Noruega o Inglaterra un poquito. Al fin y al cabo el río Eume sufre, de entrada, el embalsamiento de sus aguas, y en segundo lugar alguna hidroelectrica que otra, para colmo, si en un tiempo hubo "caneiros" hechos por los habitantes de las riberas o próximos a ella, hoy en día hay, al menos un par de ellos, realizados a tiralineas y con hormigón, y eso que solo visité el ultimo tramo, que va desde Ombre al Monasterio de Caaveiro. Todo esto acompañado de un par de refugios para pescadores, un par de casas, vacías que no abandonadas, a la orilla de este tramo de río y un bonito edificio que tiene rimbombante nombre de "Centro de interpretación de la naturaleza" y en donde no hay más que un señor que, a partir de las once de la mañana (antes está cerrado), te da un mapa (bueno, lo coges tu), y a partir de ahí, no lo metas en muchos compromisos preguntando cosas raras (por ejemplo si hay algún mirador) porque casi casi que no tiene ni idea, también hay una cantina (la pela es la pela) no muy surtida. Y por si el paisaje no estuviese bien tocado, en las orillas del río hay un par de merenderos con mesas y todo eso, donde unos cuantos centenares de excursionistas en autocares y coches podrán solazarse a disfrutar de un aperitivo o la comida del mediodía. Así que eso, dejemoslo en un lugar bonito, con bastante vegetación autóctona (se ven pocos eucaliptus, pero aún así muchisimos) y poco más. Pero bueno, para dar un paseo o hacer senderismo el lugar no está nada mal, dispone de varias rutas de senderismo, e incluso existe la posibilidad de salirse un poquito de ellas, no mucha, ya que aunque tocado por la mano del hombre muchas zonas del bosque son realmente impenetrables.

Para los pescadores dicen que es un paraíso, lo dudo mucho, se ven pocas truchas en el agua y menos aún saltando para comer, o sea... que hay pocas, con el reo supongo que sucederá tres cuartos de lo mismo. Podría ser cosa de un mal día, pero ya es raro no ver saltar a ninguna en toda una mañana y solo ver una (1) bajo el agua, el tramo por el que caminé está acotado, o sea, un negociete de la institución correspondiente, supongo que habrá pescadores que "piquen". Es posible que haya fauna, difícil de ver lógicamente, pero si se pueden observar hozadas de jabalí y sus huellas, también alguna ardilla que otra, eso si, ni un ave rapaz, no digo que no las haya, solo que... no las he visto. Cuento esto porque en estos lugares las distintas administraciones son muy aficionadas a llenarlo todo con carteles explicando detalles de una fauna de la que después no se ve ni rastro.

Flora toda la que se quiera y más, incluso cuentan que hay especies que ya desaparecieron de otros bosques atlánticos o que son endémicas de la zona.

Pues bien, a pesar de todo esto que cuento como observación propia y a título particular, observado por mi mismo, si se puede disfrutar de una agradable mañana paseando por el lugar. Eso si, conviene llegar temprano y a eso de las doce desaparecer, lo que era una mañana tranquila en plena naturaleza, a partir de esa hora se convertirá en puro bullicio de excursionistas, coches y motos por todos los lados y gente berreando por doquier.

Para recorrer este tramo del río, quizás el más transitado, desde Puenteume nos desviamos a Ombro (por la gasolinera), al poco llegaremos al Parque Natural de la Fraga del Eume, está bien señalizado. Una vez allí podemos recorrer la ribera del río por una estrecha carretera de unos ocho kilómetros que nos llevará hasta el puente del monasterio de Caaveiro.

Pero, si tenemos buenas piernas, creo que es mejor una segunda opción, una vez que llegamos por la carretera anterior al refugio de pescadores de Cal Grande cruzamos el puente colgante próximo y nos adentramos por la ruta llamada "Camiño dos encomendeiros" y a caminar, no hay pérdida, a nuestra derecha siempre estará el río Eume y no hay desvios a la izquierda. Creo que es una ruta sencilla para cualquier persona que, independientemente de su edad, esté sana y tenga una forma física normal.

No es mala idea llevar el trípode si queremos tomar algunas fotos del río, sobre todo en algunas zonas con rápidos que pueden resultar espectaculares, aunque si vamos demasiado temprano, al ser una zona de mucha umbría, quizás la luz no sea la más idonea:


Tiempo tendremos también de relajarnos, el río tiene amplias zonas de aguas calmas, cuentan las guias, folletos y webs que en este río hay nutrias (lontra en gallego, se lo cuento porque así lo verán en los letreros indicativos), por más que busqué no vi rastro de ninguna, pero puede ser, no es un animal fácil de ver.

El Eume discurre encajado entre montañas, así que en un día soleado éste no alumbrará el río hasta más o menos las once de la mañana:

Lo cual no quiere decir que tengamos que caminar al sol, la grata sombra es compañera inseparable de cualquiera de los varios senderos que podemos realizar:

Para llegar, al final al Monasterio de Caaveiro, lo cual no quiere decir que se terminen las rutas de senderismo por paisajes espectaculares, depende por donde entremos a las Fragas del Eume podremos acceder cómodamente a unas u otras, cada una con sus encantos, esta, como digo, es una de varias.

Al monasterio se puede entrar los festivos, a partir de las once de la mañana, la visita es guiada y no, no puedes ir por libre, hay que acompañar al guía, cosa que no está nada mal, te cuenta la historia (o historias) que sucedieron en el Monasterio de San Juan de Caaveiro.


La historia de este monasterio, construido en un lugar casi inaccesible y tambien apartado de los vecinos más próximos no tiene nada de particular, es como muchas otras, igual de triste y forjada por unos curiosos personajes que un buen día decidieron no dar palo al agua y vivir del cuento:

Resulta que allá por el medievo, a algunos anacoretas se les ocurrió retirarse a un escarpado montículo de la zona, a orar, ayunar, y todas esas cosas raras que hacían estos personajes. En esas estaban cuando pasó por allí San Rosendo, que antes de santo fue un abad aficionado al negocio de fundar monasterios por estas tierras gallegas, llegando a ser también obispo de Mondoñedo, o sea, un tipo con posibles y políticamente muy bien relacionado, el caso es que ¡oh maravilla! se quedó admirado del "sacrificio" de aquellos santos varones y decidió hacerles un donativo consistente en las tierras colindantes, derechos sobre el río y minucias de ese tipo. Después se dedicó a hablar con sus contactos para conseguir más derechos para el antiguo cenobio eremita y... oigan, en un plis plas ya tenía fundado otro monasterio que vivía de "las donaciones" realizadas por gentes importantes y... del cobro de diezmos a los vecinos que tenían bajo su autoridad. O sea, que en lo alto de un monte perdido había una cuerda de vagos viviendo a cuerpo de rey, cuyo trabajo consistía en orar por aquellos pobres y dadivosos vecinos. Así que en aquella zona de muy difícil acceso se encargaron de ir ampliando obras, harto complicadas de realizar y supongo que excesivamente gravosas, a costa de as pobres gentes. Un dato curioso de estos sujetos es que el "ora et labora" no debía de ir con ellos, ni para plantarse unas míseras lechugas, el terreno es tan escarpado que no creo que diese para una pequeña huerta. Otro dato que puede indicar la catadura de aquellos canonigos, es la existencia de unos calabozos que de piadosos, la verdad, no tenían nada. En fin, eran otros tiempos, llegaron nuevos, la gente dejó de pagar diezmos y de dar limosnas para absurdeces y el convento se fue viniendo abajo poco a poco. Hoy, aunque en un estado de conservación aceptable y bien restaurado (estaban restaurando una parte) no deja de ser un conjunto de ruinas, en las que, bien restauradas y amuebladas, no querría vivir el más beato de los clerigos de este mundo, buena prueba es su abandono.

Y por si era poco rutear por el río que da nombre a la fraga, una vez visitado el antiguo monasterio, bajamos por detrás, por un camino empedrado con pizarra, hasta un afluente del Eume, el río Sesín, ahí podemos contemplar un antiguo puente mediaval que conducía a los restos, apenas perceptibles salvo por los huecos de los rodicios, de un antiguo molino propiedad de los canonigos del convento. Un lugar verdaderamente agradable y con cierto encanto, incluso se podría decir que con una pizca de mágia, si logramos quedarnos solos en él, claro.

Este pequeño arroyo tiene su aquel, la mayor parte de la gente, despistad, sigue pensando que es el río Eume y, como aún los hay más despistados, no falta quien crea que nace allí, cuando verdaderamente el Eume nace a unos ochenta kilómetros, en la sierra del Xistral, en la provincia de Lugo.

La verdad es que en este recogido rincón dan ganas de sentarse a esperar, no tendría nada de extraño que en un lugar como este apareciese algún "Trasno". El problema es quedarse solo. Para visitar el convento esperan a que se forme un grupo, grupo en el que te metes y que después... baja al río Sesín, así que quizás sea mejor idea bajar al afluente aprovechando que se está formando un grupo y que no hay gente abajo o, quizás con suerte, haya muy poca ya del grupo anterior.

Y desde lo alto del monasterio, si uno dirige su vista al este aún sigue viendo kilómetros y kilómetros de tupido bosque, trillado por los pies de muchos viajeros pero esperando ser descubierto por el que firma el presente.

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